jueves, 12 de julio de 2012

¿Qué tienen en común el sexo y la educación financiera?

En mi casa, como en muchos hogares de la sociedad mexicana, el tema del dinero era un tabú. Hablar de dinero "era cosa de 'grandes' o de adultos". Mientras escribo estas líneas, hago memoria y no recuerdo haber ido nunca al banco con mis papás. Tampoco me acuerdo de haber ido a sacar una cuenta de ahorro con ellos. La imagen que sí tengo es la de mi padre rompiendo sus tarjetas de crédito con unas tijeras.

Tengo que ser justo. Sí hubo un par de intentos de mis papás por fomentar mi ahorro. En los años setenta el antiguo Banco del Ahorro Nacional lanzó un programa de ahorro para niños a través de una planilla. Para comprobar los depósitos, se pegaban a la planilla unas calcomanías semejantes a los timbres postales. Había unas de color café y unas de color rosa, dependiendo del monto del depósito. Nunca supe qué fue de esa planilla con timbres. El otro intento fue una alcancía que me regalaron como a los 12 años. Era esencialmente un bote con el personaje de Sport Billy impreso. La tapa con la rendija se quitaba para sacar el dinero, lo que lo hacía más eficiente que las alcancías de cochinito hechas de cerámica que había que romper cuando se llenaban.

En muchísimos casos, el manejo del dinero no se nos enseña en la casa. Al igual que el sexo, la "educación" se deja a la escuela (si bien nos va) o a la vida. ¿Cuál es la consecuencia? Que salimos a la calle, empezamos a trabajar y a ganar dinero y, simplemente, no sabemos qué hacer con él. O mas bien, lo único que sabemos es malgastarlo. Y los pocos que lo ahorran, lo hacen "bajo el colchón", en una alcancía escondida en el clóset o en algún cajón, o en una cuenta de cheques que casi no paga interés (nominal).

En estos días, quizás habrás escuchado de temas como la inclusión financiera, la bancarización y la educación financiera. Son temas que han cobrado relevancia en nuestras economías y, hasta cierto punto, "están de moda". Pero, a diferencia de los temas sobre sexualidad, estos no se enseñan en la escuela. Hay quienes proponen incluir la educación financiera en las escuelas como una materia, ya sea específica o dentro de otras asignaturas. Lamentablemente, eso tomará muchos años (capacitación de los profesores; reformas a los temarios oficiales; voluntad política; definición y alcances del contenido de los cursos, y un largo etcétera) y algunos estudios, incluso, señalan que sus efectos serán mínimos. Piensen en cuantos licenciados en administración, en finanzas, en economía, en derecho, médicos y muchos otros profesionistas tienen problemas en el manejo de sus finanzas personales. ¡Y eso que cuentan con un altísimo nivel de instrucción!

Creo que la educación financiera debe empezar desde la casa. De la misma forma en la que nuestros padres nos enseñan a sentarnos correctamente en la mesa y a comer con la boca cerrada, así nos deberían enseñar a entender y manejar el dinero. Y para romper con la brecha que existe actualmente entre lo que saben los adultos y lo que le enseñaremos a nuestros hijos, lo que tenemos que hacer es CAPACITARNOS A NOSOTROS MISMOS. En la era de la información y las comunicaciones, existen cientos de sitios a los cuales podemos acudir para obtener información y capacitarnos. Y lo mejor de todo, ¡gratuitos!

Así que ¡capacitémonos! Pongamos en práctica lo que aprendamos y enseñemos a nuestros hijos desde ahora (o cuando los tengas) a manejar y entender el dinero.